Los teléfonos móviles, internet y las redes sociales lo han invadido todo. Hay quien piensa que la conexión que permiten genera otro tipo de desconexión, desconexión de la naturaleza y los demás, como si la tecnología, lejos de acercarnos, es una puerta abierta a la soledad. Así es cómo vemos gente reunida en torno a una mesa en restaurantes sin prestarse mucha atención inmersos en sus pantallitas o padres y madres en los parques más pendientes de su vida digital que la de sus hijos, o gente andando por la naturaleza sin percatarse de la belleza que dejan de lado. Otros piensan que las nuevas tecnologías de la información generan desatención y distracción, de esto trata el documental Digital Nation. Independientemente de esto, lo interesante es ver cómo van surgiendo propuestas de desconexión de todo tipo, y que conste que no hace falta ser neoludita para tomarse el lujo o el respiro de desconectar un rato. Ya en 2010 habíamos visto conceptos como el suicidio digital. Desde entonces la cosa ha evolucionado. Aquí van algunos ejemplos:
La mesa para dos es un diseño entre mesa y babi que obliga a las personas a prestarse atención y a estar juntas. Aunque no es muy ergonómico deja bien claro el pensamiento que hay detrás.
Para evitar que en reuniones de amigos se corten las conversaciones de cuajo con interferencias exteriores surgen iniciativas como el "phone stack game", que consiste en que el primero que coja su teléfono paga la cuenta. Y es que no hay nada como un incentivo económico...
También surgen zonas sin wifi en las ciudades que te obligan a vivir como en los 90 y darte cuenta de que, total, tampoco pasa nada.
También existe una oferta de campamentos de verano y retreats para aquellos adultos que quieran un tiempo sin conexión.
O el más original día sin conexión
Y aparecen, y seguirán haciéndolo, todo tipo de bloqueadores de señal incorporados en objetos como un enfria-botellas o una capa.