La crisis económica que tenemos ahora montada, que ha venido para quedarse, y que en realidad es una crisis que se viene gestando desde los años 70 cuando el neoliberalismo empieza a imponer su hegemonía a nivel teórico y se va desregularizando y financiarizando la economía, es una crisis que a muchos ha pillado por sorpresa, puesto que sus modelos económicos no contemplaban una situación como la que hoy sufrimos, lo cual dice mucho de esos modelos y de los que los utilizan. Ante esta situación, las voces minoritarias y críticas, que antes eran arrinconadas, ridiculizadas y silenciadas, cuentan ahora con un espacio de mayor resonancia, es el tiempo de la heterodoxia. Las voces díscolas ayudadas por las evidencias que caen por su propio peso, cuentan de nuevo un poco el cuento del emperador que va desnudo. Así, y de la noche a la mañana, nos encontramos con el resultado poco estético de una teoría económica que va en bragas, o, peor aun, con una economía que ha dejado a muchos con el culo al aire.
Así es como se empiezan a cuestionar un montón de conceptos hasta ahora muy asumidos e intocables, muy incrustados en el sentido común dela gente. De este modo es como la concepción del capitalismo como sistema estable se desmorona y la gente empieza a entender que la crisis, como decían Marx, Keynes o Minsky, es inherente al sistema, y que lo único que hace es cambiar de lugar, de país a país, de sector a sector, como si la estuviesen sacando de paseo. Por otro lado, ese esquema en el cual capitalismo y democracia van siempre de la mano, empieza a contar con cada vez menos legitimidad. Los recortes sociales, la desigualdad creciente, la oligarquía global y el sesgo autoritario de algunos gobiernos son elementos suficientes como para poner esta idea en cuestión. De esta misma manera vemos cómo la mano invisible ya no es tan invisible, o cómo ha dejado de existir a secas, puesto que ya nadie cree en la eficiencia de un mercado que deja fuera a una gran parte de la población y se carga el medioambiente. Y si hablamos de esa otra gran hipótesis según la cual la avaricia y el egoísmo de cada uno generan el bienestar de todos pues es ya como para echarse a reir. Tampoco los postulados sobre la racionalidad de los mercados y los consumidores se salvan de la quema, solo hay que observar las burbujas especulativas y la exuberante irracionalidad que las gobierna. Podríamos seguir y seguir y hablar de cómo la economía neoclásica tiene más que ver con las teorías del siglo XIX que con las del siglo XXI, y de cómo adolece de base empírica, por mucho disfraz y maquillaje científico y matemático que se utilize para esconder este hecho. Esta es la opinión del premio Nobel alternativo Manfref Max Neef, autor del ya clásico "Desarrollo a escala humana" y que ahora publica "La Economía Desenmascarada", una lectura obligatoria estos días. También es demoledor, como el propio título indica, el libro de Steve Keen, "Debunking Economics", economista australiano que allá por 2005 predijo la crisis cuando se hablaba de que tal cosa era imposible y de que por fin se había conseguido estabilizar para siempre el sistema. Lo que describen un poco estos libros es la manera con la que hemos conducido nuestras economías utilizando un modelo que es ciego a la realidad, y me recuerda a mí a Luces de Bohemia, la obra de Valle Inclan en la que se habla de un grupo de ciegos que de la mano andan por los senderos las montañas a ver si se despeñan. Así surgen, para arrojar luz, las críticas más necesarias estos días, críticas fundamentales para disputar esa hegemonía teórica de la que impunemente gozan los que con sus modelos económicos nos metieron en esta crisis y que pretenden, ahora, sacarnos de la misma utilizando los mismos conceptos. Es de locos, como decía Einstein, intentar hacer lo mismo esperando resultados diferentes...
Así es como se empiezan a cuestionar un montón de conceptos hasta ahora muy asumidos e intocables, muy incrustados en el sentido común dela gente. De este modo es como la concepción del capitalismo como sistema estable se desmorona y la gente empieza a entender que la crisis, como decían Marx, Keynes o Minsky, es inherente al sistema, y que lo único que hace es cambiar de lugar, de país a país, de sector a sector, como si la estuviesen sacando de paseo. Por otro lado, ese esquema en el cual capitalismo y democracia van siempre de la mano, empieza a contar con cada vez menos legitimidad. Los recortes sociales, la desigualdad creciente, la oligarquía global y el sesgo autoritario de algunos gobiernos son elementos suficientes como para poner esta idea en cuestión. De esta misma manera vemos cómo la mano invisible ya no es tan invisible, o cómo ha dejado de existir a secas, puesto que ya nadie cree en la eficiencia de un mercado que deja fuera a una gran parte de la población y se carga el medioambiente. Y si hablamos de esa otra gran hipótesis según la cual la avaricia y el egoísmo de cada uno generan el bienestar de todos pues es ya como para echarse a reir. Tampoco los postulados sobre la racionalidad de los mercados y los consumidores se salvan de la quema, solo hay que observar las burbujas especulativas y la exuberante irracionalidad que las gobierna. Podríamos seguir y seguir y hablar de cómo la economía neoclásica tiene más que ver con las teorías del siglo XIX que con las del siglo XXI, y de cómo adolece de base empírica, por mucho disfraz y maquillaje científico y matemático que se utilize para esconder este hecho. Esta es la opinión del premio Nobel alternativo Manfref Max Neef, autor del ya clásico "Desarrollo a escala humana" y que ahora publica "La Economía Desenmascarada", una lectura obligatoria estos días. También es demoledor, como el propio título indica, el libro de Steve Keen, "Debunking Economics", economista australiano que allá por 2005 predijo la crisis cuando se hablaba de que tal cosa era imposible y de que por fin se había conseguido estabilizar para siempre el sistema. Lo que describen un poco estos libros es la manera con la que hemos conducido nuestras economías utilizando un modelo que es ciego a la realidad, y me recuerda a mí a Luces de Bohemia, la obra de Valle Inclan en la que se habla de un grupo de ciegos que de la mano andan por los senderos las montañas a ver si se despeñan. Así surgen, para arrojar luz, las críticas más necesarias estos días, críticas fundamentales para disputar esa hegemonía teórica de la que impunemente gozan los que con sus modelos económicos nos metieron en esta crisis y que pretenden, ahora, sacarnos de la misma utilizando los mismos conceptos. Es de locos, como decía Einstein, intentar hacer lo mismo esperando resultados diferentes...