S. Nigan habla en este artículo de la era de las consecuencias inintencionadas para definir un futuro en el que lo intencionado dará menos que hablar que lo no intencionado, un futuro que podrá ser mejor descrito por sus consecuencias inintencionadas que por otra cosa ¿Qué significa esto?. Por un lado que los sistemas son demasiado complejos e impredecibles, y que tenemos que aceptar la inevitabilidad de una realidad de incertidumbre y riesgo sistémico, como diría Ulrich Beck, que acuño el término sociedad riesgo. Por otro lado, podemos pensar que nuestras herramientas cognitivas para comprender la realidad son limitadas y parciales, que existen puntos ciegos en nuestras maneras de pensar, y que es esto lo que nos impide imaginar escenarios futuribles. Como vemos, las consecuencias inintencionadas tienen que ver con la imposibilidad de imaginar futuros y de predecir las consecuencias de nuestros actos y tienen que ver con nuestra cultura cortoplacista que nos alejan de poder pensar en las repercusiones a largo plazo. Otros apuntan a la irracionalidad implicita en la naturaleza humana y en las instituciones que conforma. ¿Alguien ha escuchado hablar de la exuberancia irracional de los mercados?. La cuestión es que cada vez están más de moda las consecuencias inintencionadas de nuestros actos, y lo que nos queda. Lo muestra muy bien el gráfico de Lexis-Nexis que recoge las apariciones del témino en la prensa de lengua inglesa desde 1990 a 2010.