La creatividad se ha convertido en una pieza esencial de nuestras vidas, en uno de
los valores centrales de la ideología actual. Tan solo con mirar la oferta
editorial de libros sobre cómo ser creativos nos hacemos
una idea de su popularidad hoy en día. En este post de hoy se trata
de intentar contextualizar el papel que juega la creatividad en nuestras
sociedades modernas, una creatividad, a mi gusto, mal entendida, y que dice poco de sí misma si uno la tiene que aprender en un libro, como el que sigue una serie de reglas y pautas, alejándose de la intuición y la búsqueda a ciegas que caracteriza a la verdadera creatividad. Es decir, en este post intentamos analizar el énfasis que pone nuestra cultura en la creatividad más que hablar de la creatividad en si misma.
Explicar
el auge de la creatividad y su papel central en la cultura es una tarea
compleja y debe hacerse desde distintos puntos de vista. En primer lugar, y desde
lo macro, tenemos que entender que la creatividad es la clave para entender una
economía como la nuestra, basada en la innovación. Recordemos la “eterna
tempestad de destrucción creativa” a la que se refería Schumpeter para describir el flujo de
innovación constante al que están sometidas las economías capitalistas. Y un
sistema como este necesita de una ideología, de unos valores que promuevan la
innovación, y estos son los valores de la creatividad, la experimentación, el
inconformismo, el individualismo y la autoexpresión. Y es así como surge lo
que los sociólogos denominan la “clase creativa", una clase de profesionales alejada de los valores tradicionales y paternalistas de una vieja burguesía que
se muestra inoperante e incapaz ante los nuevos tiempos que corren. En suma, el sistema necesita de individuos
creativos para seguir funcionando, trabajadores, líderes creativos y
emprendedores capaces de revolucionarlo todo para crear nuevos paradigmas
productivos que aporten más y más valor. Podemos así entender cómo la
creatividad aparece como el elemento central en una sociedad del conocimiento y
la innovación, la creatividad como la mercancía más valiosa.
En segundo lugar, y desde una perspectiva más micro, es
necesario analizar la importancia que tiene la creatividad para los individuos
en su vidas. Cuatro son las ópticas desde las que abordar este propósito:
la incertidumbre de la vida, la precariedad del trabajo, la construcción de la identidad y el
crecimiento personal.
La sociedad actual es una sociedad del riesgo, de la
incertidumbre, una sociedad líquida donde cada uno tiene que hacerse cargo de
si mismo en un contexto cultural donde ya no hay grandes relatos, grandes
verdades a las que agarrarse y con las que interpretar el mundo. La vida se
hace así cada vez más compleja, más precaria en todos los sentidos, y los
individuos apenas cuentan con estrategias para planificar sus vidas, de ahí, en
parte, la ansiedad como epidemia. Así, es normal el auge del coaching, que
surge en este tipo de contextos de inseguridad ontológica y crisis donde la gente anda desorientada y sin
saber exactamente a qué atenerse y cómo afrontar sus vidas. ¿Y qué tiene todo esto
que ver con la creatividad? La
creatividad puede ser entendida como una forma de adaptación. Y lejos de ser
algo irracional, podemos comprenderla como una conducta racional a la hora de
enfrentarnos a escenarios inciertos. La creatividad utiliza el método de prueba
y error, explora sin saber exactamente cual va a ser el resultado y no
desespera por ello. Tal vez las reglas de la creatividad sean entonces las más adecuadas
para afrontar escenarios inciertos.
Desde la perspectiva del trabajo, la sociedad neoliberal, que es la del precariado y del gran paro estructural, hace de cada persona un empresario -o lo
que hoy llaman emprendedor- ese ser obligado a buscarse la vida ante un
panorama laboral desolador. Y este
emprendedor tiene que poner en marcha una serie de estrategias para seducir con
su producto que es él mismo. Y tiene que competir con el resto y tiene que
marcar la diferencia. Aquí es donde entra en juego la creatividad como herramienta
fundamental para afrontar estos lances. Así, si las cosas salen mal y el individuo fracasa en su reto laboral, siempre se podrá decir que es que no fue lo suficientemente creativo, que es lo mismo que decir que no se esforzó lo suficiente y que ,al fin y al cabo, tiene la culpa de su situación y es responsable de su fracaso.Este argumento, que culpabiliza al individuo, esconde la terrible realidad de que se hace responsable a individuos a nivel local de problemas colectivos y globales.
Desde el punto de vista de la construcción de nuestras
identidades, la creatividad es fundamental. Hoy, como consumidores, creamos
nuestras identidades visuales -nuestros looks- a partir de la materia prima
ofrecida por la moda y la cultura pop. Identidades que pretenden seducir a los
demás, identidades estratégicas construidas como relatos personales en
un mundo donde el individuo reivindica su derecho a ser el autor de si mismo,
mundo donde todos queremos ser originales y auténticos. Y necesitamos ser cool en este proceso
de creación de nuestras identidades, necesitamos ser creativos a la hora de construir nuestro look
y definir nuestro estilo de vida, pues lo cool se ha convertido en el elemento
diferenciador, en el nuevo estatus, en el código que determina la jerarquía
social urbana contemporánea. Lo cool es el prestigio asociado a la habilidad de
construir una identidad visual novedosa, avanzada, diferente, original, creativa... Así que
podemos entender lo cool como proceso a través del cual la creatividad se pone
al servicio de la de valorización de uno mismo, del branding personal.
El crecimiento personal es un concepto muy New Age y muy de moda, que promueve la transformación personal y el camino
del autoconocimiento a través de distintas técnicas como la meditación, la
psicoterapia, el contacto con la naturaleza, los vínculos comunitarios o la vía
psicodélica. La creatividad puede ser entendida muy bien desde esta óptica,
como camino de autodescubrimieno y satisfacción personal, o como
experiencia espiritual. Muchos han visto, a lo largo de la historia, cómo el
arte puede ser un remedio contra una vida claustrofóbica de tedio y alienación
laboral. Es lo que proponía William Morris, el arte la artesanía, la belleza como forma de resistencia y como actividad espiritual. Otros, como Wordsworth, proponían
entender la imaginación creativa como una “luz auxiliar” capaz de permitirnos ver las cosas
con otros ojos. Es esta una creatividad que no tiene que ver con producir cosas, sino con la capacidad de experimentar la vida de una
forma más creativa y significativa. Y aunque este tipo de creatividad no vaya
asociada directamente a la producción de objetos artísticos, sí que podemos ver
los resultados en las vidas tan distintas, creativas y originales que muchos optan por vivir estos días…Como este tipo que vive en una cueva o este otro que decide vivir sin impacto o este que pretende vivir sin sus posesiones.