Leon Festinger, uno de los más reputados psicólogos sociales, llevó a cabo un experimento, allá por los años 50, para demostrar la validez de su teoría de la disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva ocurre cuando aparecen en nuestras mentes dos ideas antagónicas. Ante esta incómoda situación, en un intento homeostático por reestablecer el equilibrio, nuestra mente intenta resolver el conflicto, y para ello, una de las ideas tiene que prevalecer sobre la otra, es decir, una idea debe ser reforzada y la otra idea debe ser relegada a las sombras. Pongamos un ejemplo para que quede claro. Imagina que sientes adoración por una persona, que es una referencia en tu vida y un semidios para ti. Imagina que, después de haberlo adorado por activa y por pasiva, se descubre que esa persona era realmente un canalla. ¿Cómo te sientes? Existe un conflicto entre la idea que tenías de esa persona y la realidad que, como siempre, ofrece una imagen bien distinta. Ahora tienes dos opciones. O repudias a esa persona y reconoces tu error de juicio, o bien intentas buscar todo tipo de argumentos para justificar su comportamiento y, así, autoafirmarte en tu posición inicial. La disonancia te ha obligado a tomar una decisión y eso te ha transformado como individuo. En suma, o bien abandonamos nuestras creencias o bien hacemos todo lo posible para reafirmar nuestros principios con mayor convicción . Este mecanismo es el que describe la teoría de la disonancia cognitiva.
Ahora continuemos con el experimento de Festinger. En los años 50 existía en USA una secta de flipados apocalípticos, "the seekers", que creían profundamente que los alienígenas iban a acabar con el mundo y que solo una minoría selecta podría salvarse. Esta minoría eran, claro está, los miembros de la secta, que habían dejado sus trabajos y familias convencidos de que se iban a vivir a otro planeta. Incluso tenían una fecha sobre cuándo iba a suceder todo esto, el 21 de diciembre de 1954. Así es cómo Festinger y los suyos vieron la oportunidad de poner a prueba su teoría. Querían comprobar lo que iba a suceder una vez quedase claro que los alienígenas no vendrían y que el mundo continuaría su curso. Habían encontrado la oportunidad perfecta para observar en directo lo que pasa cuando las profecías se desmoronan y las personas tienen que asimilar y gestionar la falsedad de sus presupuestos ¿Qué sucedió entonces? Lo primero que sucedió, en esa casa donde todos los de la secta se reunieron a esperar a que los alienígenas vinieran a por ellos, es que la líder, tras muchas horas esperando, llorando entró en trance y escribió como automáticamente un mensaje en el que se decía que debido a la gran demostración de fe de los creyentes de la secta el planeta tierra había obtenido el perdón alienígena. Ante tal espectáculo, muchos volvieron a sus casas decepcionados y arrepentidos de haberse tragado un cuento chino, demostrando que cuando los hechos cambian tal vez lo más juicioso sea cambiar de ideas y asumir que se ha hecho el canelo. Pero a muchos otros lo de cambiar de ideas les resultaba doloroso, sobre todo cuando se había estado muy comprometido con ellas. Entonces, y aquí viene lo interesante, se observó cómo, lejos de abandonar sus creencias, estas personas las reforzaron hasta el proselitismo, es decir, que para autoreafirmarse ante la evidencia de su error, no solo intentaron autoconvercerse a si mismos sino que, además, intentaron convencer a muchas otras personas de sus nuevos argumentos, pues si es posible persuadir a más gente de que tu idea es la correcta entonces es que debe ser, al fin y al cabo, la idea correcta. Como vemos, para mantener una alucinación se hace necesaria otra.
¿Y qué tiene que ver el neoliberalismo con la disonancia cognitiva y el experiment de Festinger? Muy sencillo. Los neoliberales son una secta, también conocidos como fundamentalistas del mercado. Desde los últimos 40 años y de forma global, el neoliberalismo es la práctica económica hegemónica y dominante que se lleva ejerciendo en todo el planeta en sus distintas modalidades, con intensidades variadas y con resultados diferentes según los países.Prometían prosperidad, estabilidad y libertas. Pero el resultado final ha sido la crisis económica más grande desde el 29 y un planeta al borde del colapso ecológico.
El neoliberalismo, según algunos, comienza a ponerse en práctica para darle un impulso a las estancadas economías de tipo keynesianismo de los años 70. Otros piensan que es un intento de las élites por restaurar el poder de clase, pues la distancia entre las élites y el resto de la sociedad era entonces la menor en la historia.
El discurso neoliberal llevaba desde los años 40 desarrollándose, avanzando posiciones, ganando en influencia y esperando su oportunidad. El neoliberalismo, de una forma breve, se puede entender como una política económica que desrregulariza los mercados reduciendo el papel de los estados en las decisiones económicas; que globaliza la economía deslocalizando la producción; que privatiza lo público y lo común; y que disciplina al trabajador recortando sus derechos a la vez que favorece a las rentas mas altas a las que rebaja la carga impositiva. El resultado depende de cómo se mire, veámoslo por partes:
Para la economía el neoliberalismo ha representado tasas de crecimiento bastante mediocres, sobre todo si lo comparamos con otros momentos en la historia o con el modelo chino. Y si vemos el ecosistema empresarial lo que vemos es una gran concentración y la existencia de grandes monopolios tipo Google, Apple, Amazon, Paypal, Facebook, es decir, lo que vemos es un mercado donde la competencia no existe, o por lo menos no existe como nos decían los neoliberales que iba a existir.
Para las élites el neoliberalismo es estupendo, pues consolidan su poder económico, político y social inagurando lo que los politólogos denominan era de la plutocracia, donde las élites compran gobiernos y se convierten en rentistas élites extractivas.
Para el resto de la sociedad la cosa no pinta tan bien, sobre todo si miramos la desigualdad galopante y el descontento generalizado. Así entramos en una fase donde los trabajos se hacen precarios y el paro se mantiene, donde surge el precariado como la clase social que mejor nos representa, la precariedad como forma de vida, y donde los sueldos no dan para vivir ni para planificar el futuro, con lo que la gente recurre a endeudarse de una forma inusitada para poder mantener, aunque sea de forma ficticia, el nivel de vida. En el crecimiento sin precedentes de la deuda allí donde no llegaban los salarios podemos encontrar el origen de la crisis, pues no solo se endeuda la gente de por vida sino que en una economía financiarizada, los bancos y otros agentes de inversión empiezan a especular con las hipotecas de la población hasta inflar una burbuja que explotó en nuestra cara. Y entonces tuvieron que venir los estados, esos a los que se criticaba tanto, a salvar la papeleta de los bancos y empresas demasiado grandes para caer, eso si, con el dinero de los impuestos de la gente. Privatización de los beneficios, socialización de las pérdidas, solidaridad para los ricos, austeridad para los pobres a los que se demoniza por vivir por encima de sus posibilidades..
Para la democracia el neoliberalismo tiene un efecto devastador. Al reducir su tamaño, el estado renuncia a ser un actor determinante en la economía y firma la sentencia de muerte de las políticas de bienestar. Así, el estado se desprende de sus empresas públicas que le permitían financiarse, reduce el número de funcionarios que es lo mismo que reducir el número de contribuyentes a las arcas del estado, renuncia a las políticas de pleno empleo que le permitirían recaudar mas, le baja el impuesto a las grandes fortunas y se niega a perseguir el fraude fiscal, en suma, el estado hace todo lo posible en su encogimiento para hacer inviable el estado de bienestar. En estas condiciones, cuando viene la crisis y hay que rescatar a los que la han creado, tan solo queda endeudarse en los mercados internacionales, vender lo público e instaurar un régimen de austeridad para la población. Así es cómo se pasa de un estado de bienestar a un "estado deuda" sometido a los dictados de los mercados, no elegidos en las urnas, que son ahora los que mandan, pues aquellos que pretendan poner en práctica otras políticas serán castigados por las agencias de rating o las instituciones financieras internacionales con carísimo acceso a financiación y corralitos. Así fue cómo el neoliberalismo se quitó de encima lo que sus teóricos denominaban la tiranía de las mayorías, es decir, así fue cómo la democracia de los pueblos y la soberanía popular fue encorsetada por la voluntad de los mercados. Así se despolitizó la economía y se desdemocratizó la economía. "La democracia no debe interferir en el funcionamiento de los mercados"- eso es lo que les dijeron a los griegos cuando votaron contra los recortes.
Estamos ante ese momento en el que la validez de la profecía neoliberal es desenmascarada por una realidad que señala con el dedo a un rey que va desnudo. A pocos meses de la crisis financiera de 2008 los neoliberales presumían de cómo los mercados habían conseguido gestionar el riesgo sistémico y habían logrado diseñar la ingeniería de un sistema financiero estable, a esto se lo denominó como "la gran moderación", hito histórico donde las crisis eran ya cosa del pasado. La realidad nos ha ofrecido una visión más cruda y bien distinta, un modelo teórico roto ante la evidencia de una crisis sin precedentes que el mismo modelo ha ayudado a crear y que pensaba imposible. La profecía neoliberal no prometía crisis, ni países esclavizados por sus deudas, ni terrorismo financiero, ni neo-feudalismo y plutocracia, ni , ni capitalismo autoritario, ni austeridad, ni paro, ni precariedad de las vidas, ni futuros inciertos, ni desigualdad y pobreza, ni desmantelamiento del bienestar... Prometía prosperidad para todos, felicidad y libertad. Pero no se puede ser libre cuando se es pobre, no se puede ser libre en estados cada vez mas autoritarios cuando intentan acallar el descontento. No se puede ser feliz si necesitamos un antidepresivo para despertar y un ansiolítico para dormir.
Así es cómo cae la profecía, por su propio peso empírico. Ante esta situación de disonancia cognitiva, ante esta sobredosis de realidad, algunos miembros de la secta neoliberal deberían empezar a cuestionar sus argumentos y a buscar otros nuevos. Se trata de abandonar la teoría que no encaja en la realidad y buscar otra teoría. Pero por otro lado tenemos a todos los demás, a aquellos que prefieren empezar a reafirmar sus posiciones equivocadas, aquellos que prefieren hacer que la realidad encaje en sus teorías. A lo que asistimos hoy en directo es parecido a lo que Leon Festinger analizaba en los años 50. Un culto cuyas creencias se han visto desmentidas por la realidad tiene ahora que resolver la tensión de un conflicto cognitivo. La cuestión es que, en este caso, hay una diferencia de escala importante, ya que resulta que el culto, la secta neoliberal, no es precisamente minoritaria y freaky. El neoliberalismo ocupa una posición más bien hegemónica en nuestra cultura, es una racionalidad que opera a todos los niveles, es el sentido común, la voz de la opinión pública y parte de nuestras subjetividades. Lo cual hace del asunto algo mucho más interesante. Contemplamos, ya desde 2008 cuando estalló la crisis, cómo una sociedad lucha por asimilar una realidad que no encaja precisamente con sus puntos de vista. Vemos cómo reacciona una cultura ante una realidad contradictoria que erosiona, con evidencia, la estabilidad lógica de sus principios. ¿Cómo reacciona una sociedad cuando mueren sus profecías? Muy sencillo, dando a luz a otras. El neoliberalismo no solo se defiende sino que pasa al ataque creando toda una serie de contrarrelatos, argumentaciones y excusas para seguir defendiendo lo indefendible, y así, el discurso se hace más rico pero también se radicaliza. De esta forma se despliega un ataque frontal contra los ciudadanos a los que se culpa de haber vivido por encima de sus posibilidades y de ser un tanto vagos. También el estado, la soberanía popular, la democracia o la justicia social son vistos como grandes responsables de la crisis por sus interferencias en el funcionamiento de los mercados. Con todos estos argumentos y posicionamientos varios se conforma un relato que es expandido y repetido hasta la nausea por medios de comunicación, políticos e instituciones financieras, un relato bálsamo que ayuda a suavizar el conflicto mental, un mecanismo que permite cerrar los ojos y seguir creyendo aún con más fe en que los recortes generarán beneficios. Como vemos, se trata de adoptar una estrategia proselitista, de cantar alto la misma canción y repetir la mentira una y otra vez hasta que se torne verdad, porque, al fin y al cabo, si todos creen en lo mismo no pueden estar todos equivocados. Así, si la teoría no encaja con la realidad, se reza a la mano invisible para que la realidad encaje con la teoría. Toda alucinación necesita de otras alucinaciones para sostenerse en pie al igual que un alucinado necesita que otros también estén alucinando para quedarse más tranquilo. Esto es lo que la medicina neoliberal nos ofrece como tranquilizante.
El neoliberalismo, según algunos, comienza a ponerse en práctica para darle un impulso a las estancadas economías de tipo keynesianismo de los años 70. Otros piensan que es un intento de las élites por restaurar el poder de clase, pues la distancia entre las élites y el resto de la sociedad era entonces la menor en la historia.
El discurso neoliberal llevaba desde los años 40 desarrollándose, avanzando posiciones, ganando en influencia y esperando su oportunidad. El neoliberalismo, de una forma breve, se puede entender como una política económica que desrregulariza los mercados reduciendo el papel de los estados en las decisiones económicas; que globaliza la economía deslocalizando la producción; que privatiza lo público y lo común; y que disciplina al trabajador recortando sus derechos a la vez que favorece a las rentas mas altas a las que rebaja la carga impositiva. El resultado depende de cómo se mire, veámoslo por partes:
Para la economía el neoliberalismo ha representado tasas de crecimiento bastante mediocres, sobre todo si lo comparamos con otros momentos en la historia o con el modelo chino. Y si vemos el ecosistema empresarial lo que vemos es una gran concentración y la existencia de grandes monopolios tipo Google, Apple, Amazon, Paypal, Facebook, es decir, lo que vemos es un mercado donde la competencia no existe, o por lo menos no existe como nos decían los neoliberales que iba a existir.
Para las élites el neoliberalismo es estupendo, pues consolidan su poder económico, político y social inagurando lo que los politólogos denominan era de la plutocracia, donde las élites compran gobiernos y se convierten en rentistas élites extractivas.
Para el resto de la sociedad la cosa no pinta tan bien, sobre todo si miramos la desigualdad galopante y el descontento generalizado. Así entramos en una fase donde los trabajos se hacen precarios y el paro se mantiene, donde surge el precariado como la clase social que mejor nos representa, la precariedad como forma de vida, y donde los sueldos no dan para vivir ni para planificar el futuro, con lo que la gente recurre a endeudarse de una forma inusitada para poder mantener, aunque sea de forma ficticia, el nivel de vida. En el crecimiento sin precedentes de la deuda allí donde no llegaban los salarios podemos encontrar el origen de la crisis, pues no solo se endeuda la gente de por vida sino que en una economía financiarizada, los bancos y otros agentes de inversión empiezan a especular con las hipotecas de la población hasta inflar una burbuja que explotó en nuestra cara. Y entonces tuvieron que venir los estados, esos a los que se criticaba tanto, a salvar la papeleta de los bancos y empresas demasiado grandes para caer, eso si, con el dinero de los impuestos de la gente. Privatización de los beneficios, socialización de las pérdidas, solidaridad para los ricos, austeridad para los pobres a los que se demoniza por vivir por encima de sus posibilidades..
Para la democracia el neoliberalismo tiene un efecto devastador. Al reducir su tamaño, el estado renuncia a ser un actor determinante en la economía y firma la sentencia de muerte de las políticas de bienestar. Así, el estado se desprende de sus empresas públicas que le permitían financiarse, reduce el número de funcionarios que es lo mismo que reducir el número de contribuyentes a las arcas del estado, renuncia a las políticas de pleno empleo que le permitirían recaudar mas, le baja el impuesto a las grandes fortunas y se niega a perseguir el fraude fiscal, en suma, el estado hace todo lo posible en su encogimiento para hacer inviable el estado de bienestar. En estas condiciones, cuando viene la crisis y hay que rescatar a los que la han creado, tan solo queda endeudarse en los mercados internacionales, vender lo público e instaurar un régimen de austeridad para la población. Así es cómo se pasa de un estado de bienestar a un "estado deuda" sometido a los dictados de los mercados, no elegidos en las urnas, que son ahora los que mandan, pues aquellos que pretendan poner en práctica otras políticas serán castigados por las agencias de rating o las instituciones financieras internacionales con carísimo acceso a financiación y corralitos. Así fue cómo el neoliberalismo se quitó de encima lo que sus teóricos denominaban la tiranía de las mayorías, es decir, así fue cómo la democracia de los pueblos y la soberanía popular fue encorsetada por la voluntad de los mercados. Así se despolitizó la economía y se desdemocratizó la economía. "La democracia no debe interferir en el funcionamiento de los mercados"- eso es lo que les dijeron a los griegos cuando votaron contra los recortes.
Estamos ante ese momento en el que la validez de la profecía neoliberal es desenmascarada por una realidad que señala con el dedo a un rey que va desnudo. A pocos meses de la crisis financiera de 2008 los neoliberales presumían de cómo los mercados habían conseguido gestionar el riesgo sistémico y habían logrado diseñar la ingeniería de un sistema financiero estable, a esto se lo denominó como "la gran moderación", hito histórico donde las crisis eran ya cosa del pasado. La realidad nos ha ofrecido una visión más cruda y bien distinta, un modelo teórico roto ante la evidencia de una crisis sin precedentes que el mismo modelo ha ayudado a crear y que pensaba imposible. La profecía neoliberal no prometía crisis, ni países esclavizados por sus deudas, ni terrorismo financiero, ni neo-feudalismo y plutocracia, ni , ni capitalismo autoritario, ni austeridad, ni paro, ni precariedad de las vidas, ni futuros inciertos, ni desigualdad y pobreza, ni desmantelamiento del bienestar... Prometía prosperidad para todos, felicidad y libertad. Pero no se puede ser libre cuando se es pobre, no se puede ser libre en estados cada vez mas autoritarios cuando intentan acallar el descontento. No se puede ser feliz si necesitamos un antidepresivo para despertar y un ansiolítico para dormir.
Así es cómo cae la profecía, por su propio peso empírico. Ante esta situación de disonancia cognitiva, ante esta sobredosis de realidad, algunos miembros de la secta neoliberal deberían empezar a cuestionar sus argumentos y a buscar otros nuevos. Se trata de abandonar la teoría que no encaja en la realidad y buscar otra teoría. Pero por otro lado tenemos a todos los demás, a aquellos que prefieren empezar a reafirmar sus posiciones equivocadas, aquellos que prefieren hacer que la realidad encaje en sus teorías. A lo que asistimos hoy en directo es parecido a lo que Leon Festinger analizaba en los años 50. Un culto cuyas creencias se han visto desmentidas por la realidad tiene ahora que resolver la tensión de un conflicto cognitivo. La cuestión es que, en este caso, hay una diferencia de escala importante, ya que resulta que el culto, la secta neoliberal, no es precisamente minoritaria y freaky. El neoliberalismo ocupa una posición más bien hegemónica en nuestra cultura, es una racionalidad que opera a todos los niveles, es el sentido común, la voz de la opinión pública y parte de nuestras subjetividades. Lo cual hace del asunto algo mucho más interesante. Contemplamos, ya desde 2008 cuando estalló la crisis, cómo una sociedad lucha por asimilar una realidad que no encaja precisamente con sus puntos de vista. Vemos cómo reacciona una cultura ante una realidad contradictoria que erosiona, con evidencia, la estabilidad lógica de sus principios. ¿Cómo reacciona una sociedad cuando mueren sus profecías? Muy sencillo, dando a luz a otras. El neoliberalismo no solo se defiende sino que pasa al ataque creando toda una serie de contrarrelatos, argumentaciones y excusas para seguir defendiendo lo indefendible, y así, el discurso se hace más rico pero también se radicaliza. De esta forma se despliega un ataque frontal contra los ciudadanos a los que se culpa de haber vivido por encima de sus posibilidades y de ser un tanto vagos. También el estado, la soberanía popular, la democracia o la justicia social son vistos como grandes responsables de la crisis por sus interferencias en el funcionamiento de los mercados. Con todos estos argumentos y posicionamientos varios se conforma un relato que es expandido y repetido hasta la nausea por medios de comunicación, políticos e instituciones financieras, un relato bálsamo que ayuda a suavizar el conflicto mental, un mecanismo que permite cerrar los ojos y seguir creyendo aún con más fe en que los recortes generarán beneficios. Como vemos, se trata de adoptar una estrategia proselitista, de cantar alto la misma canción y repetir la mentira una y otra vez hasta que se torne verdad, porque, al fin y al cabo, si todos creen en lo mismo no pueden estar todos equivocados. Así, si la teoría no encaja con la realidad, se reza a la mano invisible para que la realidad encaje con la teoría. Toda alucinación necesita de otras alucinaciones para sostenerse en pie al igual que un alucinado necesita que otros también estén alucinando para quedarse más tranquilo. Esto es lo que la medicina neoliberal nos ofrece como tranquilizante.