Biochar significa carbón vegetal y empieza a emerger en el argot ecologista como concepto emergente no exento de polémica. Algunos estudiosos afirman, contra el discurso contrario establecido, que había grandes poblaciones indígenas en el amazonas. Hasta ahora se pensaba lo contrario puesto que no se entendía esta posibilidad en un espacio como el amazonas donde, debido a las pobres características del terreno, la agricultura de alto rendimiento se hace complicada. Cuando los portugueses llegaron a Brasil acuñaron el término terra preta (tierra negra) para hacer referencia al suelo oscuro y fértil encontrado en la cuenca del amazonas. Lo que las nuevas teorías proponen es que los indios del amazonas inventaron la manera de modificar la composición del suelo y hacer viable la posibilidad de una agricultura capaz de alimentar a muchos. Se supone que la terra preta se crea añadiendo carbón vegetal al suelo, aunque realmente la terra preta no ha podido ser reproducida todavía (algunos dicen que los indios añadían otros tipo sde materia orgánica). El carbón vegetal se produce a partir de la pirólisis de la biomasa. Así, el suelo es más fértil, retiene más humedad, se hace más resistente y estable en el tiempo, permite una mayor productividad agrícola y además se postula ya como método eficaz para secuestrar carbono en un ejercicio de geo-ingeniería para modificar la bioesfera y mitigar el cambio climático. Este artículo de la NASA lo explica muy bien. Las plantas toman CO2 de la atmósfera y lo convierten en biomasa. Cuando la planta muere vuelve a liberar el CO2. Si esa planta es convertida en carbón vegetal el CO2 queda secuestrado en el suelo que se convierte así en un sumidero de carbono permanente. La cuestión, y aquí viene lo polémico, es que algunos están proponiendo esta visión idílica del biochar como gran solución para al cambio climático. Para ello sería necesario plantar bosques de crecimiento rápido a gran escala para luego convertirlos en carbón vegetal, lo cual no es precisamente lo más ecológico puesto que harían falta cientos de miles de hectáreas y pondrían en peligro la biodiversidad y la vida de las comunidades afectadas. Así nos encontramos ante dos discursos enfrentados. Multitud de ecologistas desmontan rotundamente gran parte de los enunciados a favor del biochar, y denuncian que la visión centrada en las bondades del biochar es sesgada y que está promovida por grandes intereses económicos interesados en patentar el biochar y de negociar en el mercado de emisiones de CO2 que, por otro lado, se postula como futura nueva burbuja especulativa. Así que vamos a tener biochar para rato.