El pensamiento ecologista comienza a considerar el funcionamiento de los ecosistemas como el modelo a seguir. En los ecosistemas nada se destruye. La basura de unos es la comida de otros. Es el proceso más eficiente que conocemos. Tanto la economía como la agricultura modernas pueden ser consideradas anti-ecológicas ya que ignoran y desprecian la manera de proceder de la naturaleza. El cambio climático, el ecocidio y la pobreza son consecuencias directas de este pensamiento que crea estos procesos poco eficientes. Nuestras sociedades destruyen la naturaleza utilizando sus recursos al máximo y acumulan basura que no puede ser reciclada, es decir, la naturaleza no tiene mecanismos para procesarla, y tampoco los hemos creado nosotros, por eso la quemamos la basura o la enterramos o la tiramos por ahí... Nuestra manera de vivir no tiene en cuenta que los ecosistemas se basan en un equilibrio que surge no tanto de la competitividad que postula la ideología capitalista sino que proviene, más bien, de la cooperación entre especies y las relaciones simbióticas; tampoco tiene en cuenta la diversidad, por eso en agricultura nos gusta tanto el monocultivo y en la cultura el pensamiento único. Aún así, los ecologistas más creativos ya proponen modelos económicos basados en el funcionamiento de los ecosistemas; y modelos agrícolas ecológicos, como la permacultura, más productivos y eficientes que los actuales. Toda esta línea de pensamiento empieza a tener una influencia y representación estética. La propuesta artística domestic-ponds (charcas caseras) aborda este concepto. Se trata de peceras conectadas a plantas en relación simbiótica. Un canto estético al funcionamiento de la naturaleza...