martes, 25 de octubre de 2011

La pregunta del millón

"Es la historia del compositor en Londres que expresa su rabia y su sueño de una sociedad mejor a través de la música que compone. O la historia del trabajador de Birmingham que pasa sus tardes en su jardín para que parte de sus actividades diarias tengan sentido y sean placenteras para el. O la historia de los campesinos indígenas de Oventic, Chiapas, que crean un espacio de auto-gobierno y lo defienden cada día de los paramilitares que los acosan.O la historia del profesor universitario en Atenas que crea un seminario fuera de la universidad para promover el pensamiento crítico. O la historia del editor barcelonés que centra su actividad en publicar libros contra el capitalismo. O la historia de los amigos de Porto alegre que forman un coro símplemente porque les gusta cantar. O la historia de los profesores de Puebla que se enfrentan a la opresión de la policía por un tipo diferente de educación. O la historia del director de teatro en Viena que decide utilizar sus habilidades para mostrar un mundo diferente a aquellos que ven sus obras. O la historia del teleoperador en Sidney que en sus ratos libres se dedica a pensar en como luchar por una sociedad mejor. O la historia de la gente de Cochabamba que se agrupa para plantar cara al gobierno y al ejercito para impedir que el agua sea privatizada y mantenerla bajo su control. O la historia de la enfermera en Seul que hace todo lo posible para ayudar a sus pacientes. O la historia de los trabajadores en Neuquen que ocupan una fábrica y se la apropian. O la historia del estudiante de Nueva York que piensa que el tiempo en la universidad debe ser utilizado para cuestionarse el mundo. O la historia del trabajador en Dalkeith que busca fisuras en el sistema de normas que le constriñe para abrir así la posibilidad de otro mundo. O la historia del joven mejicano que, enfurecido por la brutalidad del capitalismo, marcha a la selva y organiza una lucha armada para cambiar el mundo. O la historia del profesor jubilado en Berlín que dedica su vida a luchar contra la globalización capitalista. O la historia del funcionario del gobierno de Nairobi que dedica su tiempo libre a combatir el sida. O la historia del profesor universitario en Leeds que utiliza el espacio que todavía existe en algunas universidades para organizar cursos sobre activismo y cambio social. O la historia del anciano que vive en un feo edificio a las afueras de Beirut que siembra de plantas su balcón para rebelarse contra todo el hormigón y  el cemento que le rodea. O la historia de de la jóven en Ljubljana o el joven en florencia que dedican su vida a inventar nuevas formas de lucha para mejorar el mundo. O la historia del campesino en Huejotzingo que se niega a permitir que su huerto sea sustituido por un parque de coches no vendidos.O la historia del grupo de sintechos en Roma que ocupan una vivienda abandonada y se niegan a pagar el alquiler. O la historia del entusiasta en Buenos Aires que dedica sus energías a abrir nuevas perspectivas para un nuevo mundo. O la historia de la chica en Tokyo que decide no ir a trabajar hoy y se va al parque con un libro, este libro o cualquier otro. O la historia del joven francés que construye váteres secos como su contribución para radicalmente alterar la relación de los hombres con la naturaleza. O la historia del ingeniero de telefonía en Jalapa que deja su trabajo para pasar más tiempo con sus hijos. O la historia de la mujer en Edimburgo que, en todo lo que hace, expresa su rabia a través de la creación de un mundo de amor y ayuda mutua".
Este texto - la traducción es mía- aparece en el primer capítulo de Crack Capitalism de John Holloway, que es uno de los escritores más interesantes que estudia los movimientos sociales y reflexiona sobre cómo cambiar un sistema económico que deja trás de si una destrucción natural sin parangón y cada vez a más personas tiradas como si fueran objetos sin valor. El título del libro se refiere a los cracks del capitalismo, a las fisuras del mismo, a las grietas por donde todo puede empezar a resquebrajarse, y todas las historias de esas personas comentadas más arriba representan esas fisuras, esos cracks.
John Halloway aporta luz a todo lo que está sucediendo hoy en día. Para él la revolución no es una cosa que debamos esperar ver en el futuro pues la revolución ya está aquí y ahora, y consiste en averiguar cómo parar de reproducir un sistema que está destruyendo la humanidad. Y esa es la pregunta del millón, la pregunta sin respuesta sobre la que Holloway reflexiona de manera esclarecedora. Holloway argumenta que la revolución no consiste en destruir el capitalismo sino más bien en negarse a crearlo, en  negarse a seguir perpetuándolo. Después reconoce, y esto es fundamental en su pensamiento, que no sabemos cómo hacer esto, no sabemos cómo actuar para dejar de reproducir el capitalismo. Pero esta ignorancia no debe suponer un freno, y hay que adoptar el lema zapatista de "preguntado, caminamos" . Así, admitir que no tenemos respuestas ni soluciones claras debe convertirse en un principio de conocimiento y organización  que pretenda involucrar a todos en el proceso de determinar nuestro comportamiento individual y colectivo. Lo que propone Holloway es que pensemos por nosotros mismos, utilicemos nuestra imaginación, sigamos nuestras inclinaciones y hagamos lo que sea que consideremos necesario o divertido para luchar por otro mundo posible. Porque ¿quién dice que formar parte del black block del movimiento antiglobalización o acampar en sol con los indignados es más efectivo que crear tu propio huerto, dejar de trabajar para estar con tus hijos  o consumir menos? ¿Quién dice que no respetar la propiedad intelectual o utilizar Linux es más efectivo que ocupar un edificio y montar un centro social?  Como ya se ha dicho, no tenemos las respuestas, pero esto no quiere decir que todas la iniciativas individuales, todas las fisuras, sean esfuerzos aislados, atomizados e inútiles puesto que existe una resonancia entre todos ellos, un reconocimiento mutuo, una conciencia de pertenencia a un movimiento de rebelión más amplio, un constante flujo de intercambio de ideas e información. Pero este sentir colectivo no significa que todos estemos de acuerdo, es más, la discusión y el disentimiento son esenciales para la formación del movimiento. Como vemos, se trata de cambiar las cosas desde la multiplicidad, expansión y resonancias de iniciativas individuales y grupales que no reproduzcan las estructuras del capitalismo, cambiar el mundo sin alcanzar el poder, concepto emergente en el mundo activista y que es precisamente el título de otro de los libros de Halloway, y sobre el que también reflexiona otro pensador interesante llamado Raúl Zibechi, estudioso de los movimientos sociales insurgentes en latinoamerica, y del cual oí hablar en Z-Net, la plataforma virtual creada por N Chomsky y otros intelectuales americanos, que en un acto de humildad reconocieron que tal vez sean  los movimientos sociales de américa del sur el modelo de referencia  de los movimientos transformadores de la realidad que ultimamente tratamos de predicar por occidente.