Por un lado y desde la perpectiva de la economía ya se habla de una economía zombie, llena de entidades no productivas, mantenidas vivas gracias a subvenciones y que de forma parasitaria se alimentan de la sociedad. Por otro lado, nos encontramos con el zombie que funciona como metáfora del trabajador moderno, alienado o zombificado; o como metáfora del moderno consumidor, el consumidor zombie que compra cualquier cosa sin pensar, como por impulso. También habría que recordar esos momentos de rebajas donde los consumidores, como hordas, esperan a las puertas de unos grandes almacenes, para saciar así su furia consumistas. Los zombies de hoy son ansiosamente antropófagos, lo cual se podría leer en clave consumista: el consumo de carne humana como irrefrenable compulsión canibal dónde el deseo zombie nunca es satisfecho, como sucede precisamente con los objetos de consumo, que nunca sacian al consumidor. Pero también el aspecto canibal podría interpretarse en clave ecologista: el consumo ilimitado y la destrucción de la naturaleza es una manera de devorar nuestro propio futuro, ya que acabamos, como zombies, con toda vida a nuestro alrededor para regocijo de nuestra glotonería consumista. Así se podría decir que el escenario zombie representa la posibilidad de una mala digestión por parte de nuestra cultura de consumo.
También hay pensadores que consideran que los zombies reflejan las ansiedades de la burguesía frente a las masas empobrecidas. Existe el símil entre zombies y lumpenproletariado, seres sin escrúpulos morales, ni educación, ni normas, puramente instintivos y violentos. Así los zombies serían la representación del miedo de las clases acomodadas ante las hordas empobrecidas que ponen en peligro sus privilegios.
Desde un punto de vista más existencial y psicologista el estado zombie representa el miedo a la pérdida de humanidad a la que se ve sometido un ser que ya no tiene vida interior, un ser autómata regido sólo por impulsos, que ya no tiene identidad ni mente ni autonomía o control sobre sus actos y que queda reducido así a una esclavitud eterna. O peor todavía, los zombies representan a seres que no son conscientes de ser zombies, lo que introduce un miedo aún mayor: ¿Y si todos somos ya zombies y no nos damos cuenta?
Desde un punto de vista social los muertos vivientes representan el espítiru de la horda, de la masa enloquecida que refleja el miedo a la desestructuración social, el miedo ante un escenario de colapso normativo e institucional, donde el estado desaparece y vuelve el estado de todos contra todos. Nuestra cultura coloca al individuo como centro del universo. Yo y mis allegados somos individuos, y el resto es masa. Las películas de zombies plasman el esfuerzo individualista contra la masa, ofreciendo narrativas donde los protagonistas pueden reafirmar, a veces de forma heróica, su individualidad frente a la masa y demostar su superioridad y habilidades de supervivencia. De alguna forma los zombies reflejan el esfuerzo de nuestra cultura individualista de representar lo abyecto, que definido en palabras de J Kristeva, viene a ser aquello de lo que necesito deshacerme para poder ser yo mismo.
Hay quienes describen la zombie-manía como vehículo para la transmisión gráfica de violencia en un contexto libre de culpa, y dónde los zombies pueden ser aniquilados sin ningún tapujo moral en un sobrerepresentado espectáculo dedicado a ver morir lo que ya está muerto;y hay quienes aluden a que la narrativa zombie tiene que ver con un hombre que, debido a circustancias excepcionales, se encuentra en una situación en la que reclama su lado macho. Una vez que el mundo moderno -donde las mujeres tienen la libertad de elegir hombres y descartarlos- ha colapsado bajo el yugo zombie, los hombres tienen la oportunidad de volver a su sitio, gracias a la capacidad de supervivencia que le otorga su superioridad física, y tomar así, de nuevo, el mando y el rol protector.
Como vemos, la mayoría de las películas de zombies representan un futuro incierto, plagado de incertidumbre, donde las personas no pueden confiar en su cultura ni en el resto de las personas ni en un héroe salvador. Lo que se plasma aquí es que la esencia humana es fea y egoísta, que no hay esperanza y que cuando hay problemas no te puedes fiar de nadie, puesto que cualquiera puede ser un zombie. Narrativa zombie como representación de la imposibilidad de llegar a entenderse.