El concepto de responsabilidad social corporativa (en adelante RSC para no eternizarnos) ya viene de largo. Si lo ponemos en contesto actual se traduce así: la empresa moderna era anónima, tecnocrática, disciplinaria y la empresa posmoderna quiere ser portadora de sentido y de valor. Es aquí donde se enmarca la RSC. En un mundo que sufre una crisis antropológica de sentido aparecen las marcas morales, marcas que se apropian de la función que antes cumplían otro tipo de instituciones. La nación, la religión, la ideología o los ingresos ya no determinen tanto la identidad que construimos que es ahora conformada por las marcas que compramos. Las marcas ofrecen valores y estilos de vida. Socializamos haciendo cosas en común, consumiendo.
Por otro lado la RSC responde a la necesidad de ser transparentes en un mundo donde los consumidores están cada vez más informados. Nike no puede permitirse otro escándalo relativo a las condiciones de semiesclavitud de algunas de sus fábricas en oriente.
Y es interesante reflexionar cómo las personalidades de las empresas se van haciendo cada vez más individualistas, como sucede con las personas. Si las personas están redescubriendo lo sagrado y lo vernáculo y están buscando espiritualidad, sentido filosófico y moral, las empresas hacen lo mismo, reafirman ideales.
Y sobre todo, la RSC pone de manifiesto que hay cada vez más conciencia sobre las contradicciones y perversidades del beneficio individual y la mano invisible. La RSC es una creación empresarial, es como un código a respetar, como si la empresa supiese que sin el sería un ser incontrolable.
Lo más asqueroso de todo es que la moral y los valores éticos, al igual que todo resquicio social -desde los servicios a los espacios públicos- ha sido privatizado y por lo tanto son objeto del más sutil marketing.
El otro día en el CIM estuve escuchando a unos directivos de Cortefiel y Mango sobre sus RSC. Parecían satisfechos de sus sistemas de auditorias múltiples e independientes para asegurar que aunque trabajaran en China, los trabajadores iban a ser respetados que es lo mismo que hacer –bromas aparte- que un chino no trabaje como un chino. Y luego hablaban de cómo los trabajadores en España –aunque se les pagase una birria- tenían posibilidades de hacer carrera dentro de la empresa en un mundo –visto lo visto- donde la empresa ya no puede asegurarte que te vayas a jubilar en ella. Y cosas por el estilo.
No hablaron de si es ético deslocalizar el trabajo, acabar con empleos aquí y llevártelo a un país más barato, es decir pobre, y aprovecharte de su miseria y gobiernos enloquecidos para obtener más beneficio. No hablaron de cómo todo ese gran beneficio se reparte. Nadie habló de los sueldos de los CEOs (Chief Executive Officer o Directores Ejecutivos) que han pasado en 30 años de ser 40 veces el sueldo medio a un sueldo del tamaño de 400 sueldos medios, es decir si un trabajador gana un dollar el CEO gana 400. ¿No sería más ético distribuir el beneficio entre los trabajadores, o invertirlo para ser una empresa no contaminante, o en bajar los precios a los consumidores, o invertirlo en guarderías gratuitas para los hijos de los trabajadores o en que cuando uno compre algo esté plantando a la vez 30 árboles por el mismo precio y así en un infinito etc..? Paul Dolan está mucho en esta onda y este libro suyo es muy interesante. Linda Tischler, semigurú, los llama Aquarian CEOs. Justo lo contrario a todos esos CEOs que nos están llevando a la ruina y que nunca tienen suficiente.
Así pues al comprar Cortefiel o Mango o Zara O H&M no estoy teniendo mucha sensación ética. Vamos que no pienso que comprar sus productos traiga gran beneficio al mundo. Pero si compro American Apparel (si abren alguna tienda en Madrid) sabré que sus productos están fabricados en USA por trabajadores que cobran bastante más de la media. American Apparel ofrece una imagen transgresora, que ataca nuestros esquemas culturales, tan transgresora como su política empresarial, que consiste en no exprimir a los trabajadores, dar trabajo en su pais y no llevarse el trabajo a países semidictatoriales para obtener el máximo beneficio, que es dios hoy en día.