miércoles, 15 de octubre de 2014

HIPSTERS SUCK

Victor Lenore acaba de sacar un libro sobre el fenómeno hipster que está generando polémica, sobre todo entre los propios hipsters, que no salen muy bien parados, puesto que la cultura hipster aparece definida, entre otras cosas,  como “subcultura falsa”, “individualista”, “elitista” ,“narcisista” e “infantil. Solo hay que ver los comentarios en la red para darse cuenta de cómo, todavía hoy, un libro es capaz de meter el dedo en la llaga y provocar un montón de encendidas respuestas a favor y en contra.
Aunque ya hemos hablado de los hipster aquí, vamos a retomar el tema para contextualizar y sistematizar mejor este asunto.
El espíritu rebelde, provocador  e inconformista de los hipsters ya se fue gestando en el siglo XIX, en Paris, donde una pequeña comunidad de unos 5000 bohemios (a los que podemos catalogar de hipsters originarios)  jugaban a crear la vanguardia y a romper las normas de la vida artística y cultural. El bebedor de absenta, retratado por Manet y presentado en el Salón de Paris en 1859, mostraba a un ser que abiertamente violaba los códigos y buenas formas de la burguesía del momento. A eso se dedicaron, tiempo más tarde, Dalí y Buñuel con su surrealista Perro Andaluz, a cuyo estreno, en Paris, acudieron ellos mismos con los bolsillos llenos de piedras, por si las moscas,  para defenderse de las posibles iras que sin duda generarían en un público acostumbrado a otras cosas. Recordemos también, y para recalcar  bien esta  actitud controvertida y espíritu subversivo de los primeros hipsters, que André Breton afirmaba algo así como que el acto poético por excelencia era salir a la calle con una pistola, los ojos vendados y disparar al azar. Así, poco a poco, estos actos de  rebeldía y este inconformismo se fue consolidando, y poco a poco, se fue exportando a America de la mano de artistas viajeros que pararon por Paris, como Hemingway o Henry Miller, que influenciaron a la siguiente generación de rebeldes, los hipsters de los años 40 y 50 de la generación Beat, que pusieron en jaque los valores tradicionales de la cultura americana, asustando y generando indignación en la opinión pública. Fueron estos artistas y bohemios experimentadores los  que crearon una base cultural sólida sobre la que se desarrolló, más tarde, el movimiento hippy, más masivo y con mayor visibilidad, y que pretendía instaurar el buen rollito psicodélico y sexual, lo cual acojonaba a esa puritana america tan profunda de la época.


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Al contrario que sus predecesores, los hipsters de hoy en día, no dan miedo a nadie ni aunque se lo propongan con sus pintas cuidadas y su blandito pensamiento cínico-irónico que no cuestiona nada. Los  hipsters que ahora, a la defensiva, se indignan porque se les critique en un libro son esos mismos hipsters nihilistas, hiperindividualistas y conservadores que no hacen más que predicar, con un poco más de estilo,  los valores dominantes de nuestra sociedad de consumo, por mucho que ellos se perciban a si mismos como originales y auténticos. Los hipsters son ya cosa  mainstream; ya no son un vector de rebeldía y cambio. Lo hipster de hoy no explora nuevas vías y se ha convertido más bien en un fenómeno recreativo. La rebeldía impostada del hipster es puro conformismo, constituye una dinámica estable, un conjunto de reglas predecibles. El hipsterismo de hoy es toda una institución social -como alguno diría-, una máquina de fabricar individualismo masivo. Así que el rol de los futuros hipsters será poner en marcha la maquinaria “debaser “ y poner en cuestión esa cultura dominante, desmontarla y ridiculizarla, como hace toda lógica vanguardista y todo espíritu crítico. Los hipsters del futuro ya están aquí, pero sus prácticas no son del todo visibles, están mal distribuidas, son las nuevas caras de la rebeldía, y aparecen en forma de señales débiles. Los próximos hipsters son los que de una formaradical cuestionan con sus prácticas y pensamientos la actual cultura  dominante hipster. Los hipsters que vendrán  están más al márgen, en la periferia, en las fronteras más difusas y son los que están construyendo, con sus pequeñas acciones, con distintos lenguajes y lógicas,  los cambios del futuro, aunque todavía no gocen de reconocimiento. ! El hipster ha muerto, viva el hipster ¡
Lo que me parece interesante es cómo Lenore inserta el fenómeno hipster en un contexto de despolitización general. Es como si la cultura hipster fuese el sistema inmunológico del sistema,  que lo protege de posibles ataques que lo pongan en duda. Así, la cultura hipster es una cultura donde la política queda paralizada  y donde el hipster no se cuestiona el sistema,  ya que lo político aburre y da pereza el compromiso. Al hipster se le da mejor la ironía y el cinísmo lúdico, y prefiere no tener que elegir entre opciones políticas para dedicarse, mejor, a elegir entre objetos de consumo, entre  las distintas marcas ofrecidas por la industria cultural, donde toda propuesta radical y alternativa es banalizada, neutralizada y vendida como producto cool.  Así se entiende cómo la rebeldía cool y contracultural se ha demostrado inútil a la hora de atacar el sistema y ha sido engullida y expropiada de toda  significación  política, una rebeldía que, lejos de debilitar el sistema, lo ha fortalecido.
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En un mundo de consumo simbólico el hipster construye su identidad y su estilo de vida con los signos y significados que aporta la cultura pop y la industria cultural. Y cuando dejamos de ser ciudadanos para ser consumidores, cuando nuestra personalidad se construye a través  de nuestros actos de compra, entonces el consumo se estiliza, y se hace necesaria una pericia estética y cierta creatividad a la hora de mostrar nuestra individualidad y distancia del grupo de una forma original a través de aquello que se consume. Y al hipster todo esto se le da muy bien. El  hipster, en la vida de cosumo que lleva, es todo un experto, un gourmet de la exquisitez cultural, un profesional de la distinción estética y el diseño. El hipster dedica más tiempo que el resto a descubrir y procesar los productos culturales de la música, el cine, el arte y la moda,  para, en un proceso de autoensamblaje, componer su look, una identidad cool y diferencial, que le aporte cierto estatus estilístico, lo que le convierte así en prescriptor, en consumidor influyente al que imitan los demás, en un trendsetter capaz de poner en marcha nuevas modas y acelerar el ritmo de consumo general. Así, el hipster tiene que ser entendido como figura esencial en este proceso moda de comprar, usar, tirar  y renovarlo todo de nuestro turboconsumo de cada día.
Por último, y como proptotipo de ser  neoliberal que es, el hipster se ve a sí mismo como una empresa, por lo que invierte constantemente en sí mismo para crear un look  actualizado, seductor y distintivo. El hipster es un emprendedor de su estilo de vida, amo y señor de si mismo, que experimenta y asume riesgos para estar siempre a la última. Construir la imagen cool de uno mismo  es toda una estrategia de posicionamiento social, . En una época de branding personal el hipster pretende diferenciarse utilizando el capital subcultural que acumula y que le permite crear un look diferente y original a partir de sus decisiones de compra. Como vemos, crear un look cool se ha convertido en un valor y constituye “el elemento diferenciador, la jerarquía social urbana contemporánea”. Permite valorizar a las personas en función de su estilo a la hora de consumir y componer su identidad visual. Nos deja saber quién es quién en función de  la capacidad para tomar las decisiones estéticas adecuadas, decisiones que constituyen, en si  mismas, un valor comparativo, y que permiten entender el estilo de vida hipster como un bien posicional. Por eso Lenore dice que el hipster es elitista, el trepa que quiere ser cool, y que es necesario hoy abandonar la búsqueda consumista de distinción social, dejarla atrás, acabar con esa lógica a la que juega el hipster en la que mira por encima del hombro al obrero que gana más que el pero es mas hortera. Lo hipster  representa así el estatus de aquellos que, a pesar de saber mucho de selecta cultura indie, seguirán siendo pobres. Es lo que Leonore llama “elitismo degradado” y que no es más que  el estilismo de los que no han tomado consciencia de clase y no saben que conforman el precariado, aunque sea un precariado cool. Por eso, y para terminar, podríamos pensar la cultura hipster como el resultado de un proceso de ingeniería social en la que el hipster, en vez de solidarizarse con los obreros y unirse a ellos para mejorar sus vidas en torno a unos intereses comunes, prefiere distinguirse y marcar una diferencia estética que les divide.